¿Alguna vez te has hecho esta pregunta, quién soy? Si has pasado alguna vez por un proceso de coaching seguramente te han hecho esta pregunta, y esto me recuerda la primera vez que tuve a un cliente, era una chica tímida y algo reservada, estaba muy ansiosa y realmente ella no sabía muy bien qué haríamos en una sesión de coaching, como muchos, ni siquiera sabía de qué se trataba, solo sabía que estaba muy triste y sentía que nada en su vida tenía sentido y que definitivamente necesitaba ayuda, alguien con quien hablar sin ser juzgada.
En aquel entonces, iniciaba la consulta con esa pregunta ¿quién eres tú? Por unos segundos mi cliente permaneció callada sin saber que responder e inmediatamente después indicó: soy profesora, tengo una hermana, amo a mis papás… la interrumpí y aclaré: todo eso está bien, pero no habla de quién eres. Permaneció unos segundos callada, pensativa y mirándome de vez en cuando como diciendo: necesito ayuda, no tengo idea de qué me estás preguntando o qué esperas que deba responder.
Yo real versus yo ideal
Vamos creciendo con un ideal de quién debemos ser, basado en normas y estructuras preconcebidas que nos hacen ser racionales, muchas veces en nuestra forma de actuar y en nuestra manera de ser. Pero, cuando te pregunto quién eres, voy a profundidades que nos cuesta trabajo reconocer porque también entra en juego nuestra emocionalidad, la parte más vulnerable que nos deja al descubierto hasta con nosotros mismos.
Tú eres la conjunción perfecta entre tu luz y tus sombras, entre tus virtudes y áreas que rechazas constantemente porque te avergüenzas de ellas, pero están allí.
Luego de una explicación, mi cliente comprendió que hablaba de sus cualidades, de adjetivos calificativos que la definiesen como persona. Que se descubriera a ella misma en las interacciones con otros y consigo misma, que pudiera entrar en sí y explorarse como nunca lo había hecho, que se diera cuenta de que yo solo estaba allí para escucharla y guiarla sin preconceptos, juicios ni arrogancias, que solo se encontraba ella frente al espejo para mirarse como antes nunca lo había podido hacer.
Eres tu luz y tus sombras
Puedes ser atenta, comprensible, amistosa, comprometida, emprendedora, pero también, malhumorada, inestable, inconstante, y todo eso está bien porque eres tú y solo cuando reconozcas tu dualidad tu yin y yang, podrás mirarte al espejo feliz por la versión que eres porque te reconoces, te apruebas y te amas, y sabes que viene después, que los demás podrán ver en ti tus vulnerabilidades, porque ser vulnerable no te convierte en una persona débil, por el contrario, te fortalece porque te demuestras real y comprometida contigo para siempre dar lo mejor de ti y enviar un poco de luz allí donde hay sombras y cuando esas sombras aparezcan saber que es normal y que puedes trabajar para mejorarlo si es algo que puede ocasionalmente traer problemas.
Y en ese despertar de la consciencia, mi cliente comprendió que la muerte de su abuela había sido la situación más difícil a la que tenía que enfrentarse, y entre eso y la carga laboral, se encontraba en un mundo que parecía sin sentido, y que ahora, reconociendo quién era, se daba cuenta de que en el fondo, no quería quedarse con esa sensación de vacío, de estar sola, de sentirse sola, y que había descubierto que su forma de ser apática y exigente consigo misma y los demás, habían logrado ahuyentar a quienes habían estado cerca alguna vez.
La estocada final
Muy fácil es reconocer que todos los demás tienen culpa de cómo me estoy sintiendo, porque me han abandonado, porque ya se terminó la relación de amistad o amorosa que se mantenía, hasta que te das cuenta de que algunas acciones deterioran la relación y que siempre podemos optar por aprender de las situaciones y experiencias y evitar repetir patrones con nuestros comportamientos, darnos cuenta de nuestra cuota de responsabilidad, de cómo nos sentimos y ser empáticos con el sentimiento del otro.
Mi cliente necesitaba una dosis de sanación, no solo por el duelo a la pérdida de su abuela, sino también, de todas aquellas relaciones en las que había logrado un vínculo afectuoso y que, de la noche a la mañana (aparentemente), habían desaparecido.
Mi trabajo, entonces, fue llevarla a descubrir cómo a través de sus grandezas, virtudes, fortalezas, características positivas podía solapar sus sombras y tener primeramente una mejor relación consigo misma para que esto impactara positivamente con los demás. La sanación de la muerte de la abuela ocurrió luego de varias sesiones y su vida recobró sentido cuando logró concatenar quién era con la dinámica de las experiencias de su vida. Cuando logró ver más hacia adentro que hacia afuera, para recurrir hacia donde puede tener control para recuperar el timón del barco y aventurarse a las aguas profundas del mar.
Manos a la obra
Entonces, para lograr este primer paso en el descubrirte, reconocerte, aceptarte y amarte, te propongo el siguiente ejercicio:
- Toma lápiz y papel
- Dibuja un pequeño círculo en medio de la hoja y coloca tu nombre
- Desprende del círculo varias flechas apuntando hacia arriba, hacia abajo y/o hacia los lados
- Coloca una música relajante de fondo para amenizar el momento
- Cierra tus ojos y trae a tu mente situaciones en tu vida (cualesquiera) y nota cómo te sueles comportar, qué sueles decir, qué sueles pensar, cómo te relacionas con los demás.
- Abre los ojos y plasma tus características personales en las líneas que antes has dibujado
- Responde a la pregunta ¿de qué me doy cuenta?
- Ahora que conoces tus áreas de oportunidad, ¿qué puedes hacer para trabajar aquellos puntos débiles?
Para muchos clientes, este sencillo ejercicio de mirar hacia adentro les ha permitido conectar con la situación que los trajo a la sesión y han podido entender por qué están pasando, por la situación que viven o cómo, a través de sus virtudes, de esa luz que habita en ellos, pueden superar los obstáculos y lograr sus objetivos.
Tú, ¿te atreves a descubrir quién eres?